Intercambio gaseoso
- Cuchu Uruchurtu
- 12 dic 2022
- 2 Min. de lectura
La trascendencia desemboca en un océano helado,
de corrientes contradictorias, cargadas de peces
ardientes de emoción y ganas
otros: sistemáticos y resolutivos.
A veces un cardumen se reproduce más que otro.
Depende del mar, el ecosistema y el tipo
de intervención que la tradición hace a través de
la moral acuosa.
Es inevitable el choque,
el encuentro es posible, siempre y cuando
la voluntad y ternura
se conviertan en olas
tsunamis,
maremotos
Donde dos gocen lo que el agua arrasa,
destruye, transforma, pudre y mata.
En el choque de cardúmenes hay mezcla y perdida,
ganancia
pero no balance, ese se encuentra quizás en una pecera
ahí está todo controlado
es más simple
pero más obvio.
No depende de decisiones o corrientes violentas.
Está artificialmente pensada para provocar efectos
específicos
temperatura exacta
PH adecuado
la no sopresa.
Ojo que esto no se elige. ¿Cómodo?
Tal vez. ¿Real?
Tambien.
¿Caótico?
Pocas veces.
Depende de la expertise del dios creador.
Pero son los menos, el resto está a la deriva
No a la espera ni mucho menos
pero sí con la intuición de que tarde o temprano
el choque, la entraña devorada
el desorden, se impondrá.
Colores de escamas diferentes. La esperanza de unir
desechar
evolucionar
descartar
elegir las aptitudes correctas
descartar a los fantasmas.
Ficción moderna.
Locura colectiva.
¿Es cuestión de voluntad?
Sí. Pero sobre de todo de compartir y creer.
No es fe en un plan. Fe en la herencia.
En que debemos despojarnos
sobre todo de la técnica de nado heredada
El resto se acomoda. Pero sin desmonte no hay horizonte.
Posible.
No hay corriente que nos permita cruzar
sin conocimiento previo.
Es duro el compartir
de hecho
una masacre .
¿Aún puedo escoger la pecera?
Sin dudas. Pero sería suicidar el alma
ya cansada
débil
vulnerable y descreída
aunque
más propia que nunca.
Reproducir ya es elección.
Descreer es imposición.
Proponer es erudición.
Oponer es hábito irreflexivo.
Liberar el alma es transitar
ríos, lagunas, mares y océanos.
Para volver
al estanque.
Ese que escogimos para darnos
y volver a emprender el viaje.
Solos.
Acompañados.
Cargados de fe, de esperanza perversa
de la elipsis, asesina de lo lineal.
De ilusión renovadora.
De pequeñas lagrimas que fuimos juntando
para no olvidar.
Que podemos explotar,
que es necesario.
Para no detonar el cuerpo
la mente
la vida que tarde sabemos,
nos pertenece
O por lo menos esa es la lucha.
La burbuja al fin y al cabo siempre se rompe.
En su fragilidad radica su belleza y horror mayor,
pero es prudente saber esperar
para aprender a contemplar
la belleza de la unión
en escalas
en dominio
en ternura
en red que descomprime
en el equilibrio
fugaz.
Que vuelve,
en forma de otros peces,
del cardumen renovador
que es uno y son todos.
Por ahora...
Creer para unir la falsa dicotomía.
Y existir, a veces...
Crear intimidad a través del filamento
que supo
nacer
a través del intercambio
de gases.
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