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Intercambio gaseoso

La trascendencia desemboca en un océano helado,

de corrientes contradictorias, cargadas de peces

ardientes de emoción y ganas

otros: sistemáticos y resolutivos.

A veces un cardumen se reproduce más que otro.

Depende del mar, el ecosistema y el tipo

de intervención que la tradición hace a través de

la moral acuosa.

Es inevitable el choque,

el encuentro es posible, siempre y cuando

la voluntad y ternura

se conviertan en olas

tsunamis,

maremotos

Donde dos gocen lo que el agua arrasa,

destruye, transforma, pudre y mata.


En el choque de cardúmenes hay mezcla y perdida,

ganancia

pero no balance, ese se encuentra quizás en una pecera

ahí está todo controlado

es más simple

pero más obvio.

No depende de decisiones o corrientes violentas.

Está artificialmente pensada para provocar efectos

específicos

temperatura exacta

PH adecuado

la no sopresa.

Ojo que esto no se elige. ¿Cómodo?

Tal vez. ¿Real?

Tambien.

¿Caótico?

Pocas veces.

Depende de la expertise del dios creador.


Pero son los menos, el resto está a la deriva

No a la espera ni mucho menos

pero sí con la intuición de que tarde o temprano

el choque, la entraña devorada

el desorden, se impondrá.


Colores de escamas diferentes. La esperanza de unir

desechar

evolucionar

descartar

elegir las aptitudes correctas

descartar a los fantasmas.

Ficción moderna.

Locura colectiva.

¿Es cuestión de voluntad?

Sí. Pero sobre de todo de compartir y creer.

No es fe en un plan. Fe en la herencia.

En que debemos despojarnos

sobre todo de la técnica de nado heredada

El resto se acomoda. Pero sin desmonte no hay horizonte.

Posible.

No hay corriente que nos permita cruzar

sin conocimiento previo.

Es duro el compartir

de hecho

una masacre .


¿Aún puedo escoger la pecera?

Sin dudas. Pero sería suicidar el alma

ya cansada

débil

vulnerable y descreída

aunque

más propia que nunca.


Reproducir ya es elección.

Descreer es imposición.

Proponer es erudición.

Oponer es hábito irreflexivo.


Liberar el alma es transitar

ríos, lagunas, mares y océanos.

Para volver

al estanque.

Ese que escogimos para darnos

y volver a emprender el viaje.

Solos.

Acompañados.

Cargados de fe, de esperanza perversa

de la elipsis, asesina de lo lineal.

De ilusión renovadora.

De pequeñas lagrimas que fuimos juntando

para no olvidar.

Que podemos explotar,

que es necesario.

Para no detonar el cuerpo

la mente

la vida que tarde sabemos,

nos pertenece

O por lo menos esa es la lucha.

La burbuja al fin y al cabo siempre se rompe.

En su fragilidad radica su belleza y horror mayor,

pero es prudente saber esperar

para aprender a contemplar

la belleza de la unión

en escalas

en dominio

en ternura

en red que descomprime

en el equilibrio

fugaz.

Que vuelve,

en forma de otros peces,

del cardumen renovador

que es uno y son todos.

Por ahora...

Creer para unir la falsa dicotomía.

Y existir, a veces...

Crear intimidad a través del filamento

que supo

nacer

a través del intercambio

de gases.

 
 
 

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