top of page

Del tiempo by Paul Palacios

Hay una cruzada encarnizada en esta tímida pero potente intención de poetizar la esencia del tiempo y sus devenires. Hay un diálogo atemporal y trascendente, escapando de la medición terrenal del tiempo, pero no muy lejos de él sino jugando a las escondidas, siempre buscando el lado ciego de la percepción, risueña esencia que no evade, pero sí juega a disimular, dialogar y nunca comprender, solo generar profundos cuestionamientos que no cobijan, pero sí exponen el diálogo eterno de un devenir más allá de lo material.


Del tiempo podría sentirse como una negación de la obsesión sociológica materialista de nuestra época y generación, pero es un manifiesto que explora la mitología previa al ser humano y a su vez perteneciente a un tiempo determinado, el nuestro. La pretensión es sin duda espiritual, pero no indiferente a las inquietudes terrenales. No hay panteísmo si no foco en lo pequeño pero universal. 


Poetizar es por ello enteramente inofensivo. Es igualmente ineficaz, ¿pero poetizar sobre el tiempo? El tiempo lo podemos calcular. ¿Pero qué diferencia hay entre calcular y poetizar el tiempo? Ninguna de estas acciones se insertan en la realidad y la transforman. La poesía es creación a través del sueño, un juego de palabras sin lo serio de los números y esa inocente pretensión de la exactitud en lo que se construyen los cimientos de la ciencia. Lo importante de El tiempo es su manifiesta conciencia de que la poesía es inofensiva e ineficaz. ¿Qué capacidad humana menos inocente que ésta? 


Pero lo intangible sólo puede percibirse a través de lo material, Paul Palacios también explora los elementos, las coordenadas y los verbos. Ahí radica su vigencia y atingencia, no ignorar lo que nos trajo acá.  Al fin de cuentas, se trata de la constancia y la permanencia que aparecen cuando lucen la persistencia y la actualidad. Pero esto sucede en el momento en que se abre el tiempo en su extensión. 


Nos situamos en la actualidad de una permanencia, nos exponemos y arriesgamos sin quererlo a lo mudable, a lo que viene y a lo que va; porque sólo lo persistente es mudable. Hasta que por primera vez «el tiempo que se desgarra» irrumpe en presente, pasado y futuro, existe la posibilidad de unificarse en algo permanente. Somos un diálogo desde el tiempo en que «el tiempo es». Desde que el tiempo surgió, con artificios de nuestra imaginación y terquedad creímos hacerlo estable, que con ello nos hacíamos históricos. Ser un diálogo y ser histórico son ambos igualmente antiguos, pero están en riesgo no por nosotros mismos sino por algo mucho más grande que jamás seremos capaz de entender, ignoremos el cinismo y partamos a tiempo antes de olvidar que por nosotros es capaz de hablar el espíritu.


En Del tiempo hay dolor que no busca sanar, hay violencia, el medio por excelencia de la creación. Pero sobre todo, descubrimos la indigencia del tiempo y por eso es muy rico su poeta, no como subjetividad ni mucho menos como individuo sino como elemento efímero de su espacio-tiempo que no duda entrar al Ganges de signos y símbolos para perderse y ser uno, despojarse de sí y para el resto.


Paul Palacios
Portada Del Tiempo

Hay que leer Del tiempo con hastío, en una fila de supermercado, mientras se va en transporte público, para animarse a renunciar al trabajo o abandonar a la familia. Lo recomiendo cuando la decepción esté en su punto más alto, es keroseno en una fogata en un verano de 50 grados. Recordemos que la poesía es sólo sueño, con el resto ya tenemos de sobra realidad.

 
 
 

Comments


bottom of page